Lo que creía que era el doblaje
- Martina Panno
- 28 may
- 3 Min. de lectura
Hola, batatitas 💕🍠
Hoy quiero compartirles algo que muchas veces me preguntan, pero que nunca había contado así, con calma y por escrito.
Abrí este blog como un rinconcito donde podamos encontrarnos, hacernos preguntas, compartir miedos, alegrías… y darnos ánimo. Un lugar seguro donde sentirnos parte. ¿Listxs? Buenísimo. Como digo siempre en el estudio: voy en tres, dos, uno…
Ya saben que el doblaje es mi casa, mi refugio, mi manera de habitar el mundo. Pero no siempre fue así.
Desde muy chiquita me llamaba la atención, claro. Pero durante mucho tiempo pensé que el doblaje solo existía en México, como algo lejano, casi inalcanzable. En Argentina, casi nadie sabía quiénes hacían las voces que nos acompañaron en la infancia. Existían, sí. Pero eran invisibles.
Y ahí fue cuando la vida —tan creativa como siempre— decidió sorprenderme.
Cuando terminé el secundario, tenía 17 años y muchas dudas. Me anoté en la carrera de Locución en ETER (Buenos Aires), con el corazón latiendo fuerte. Estaba nerviosa, con mucha vergüenza… pero también con una emoción inmensa por entrar a ese mundo que me parecía mágico.
A los pocos días de empezar, supe que me había tocado un grupo hermoso. Nos unía algo muy poderoso: la pasión por crear arte con la voz.
Una tarde, dos compañerxs conversaban cerca mío. Yo no lo sabía, pero esa charla estaba a punto de cambiar mi vida.
Hablaban de doblaje. Y algo dentro de mí hizo click. Como cuando encuentras justo ese libro que estabas buscando. Uno de ellos, Wen, contaba su experiencia en Civisa, una productora argentina que hacía workshops con directores y actores de doblaje en actividad. ¡Workshops en los que podías grabar mientras te dirigían en vivo! Solo de escucharlo, ya me temblaban las piernas.
Él le explicaba todo a Marina, otra compa interesada. Yo me acerqué, con la voz temblando pero decidida. Les conté que me encantaba el mundo del doblaje, pero que no tenía idea de por dónde empezar.
Y ahí vino la sorpresa: Wen me dijo que podía presentarme a una audición para ser parte del workshop. ¿Una audición? ¿Yo? ¿Sin experiencia? Me parecía una locura total. Pasé de no tener ni idea de cómo meterme en el doblaje… ¡a estar considerando audicionar en un estudio real!
Y dos días después, ahí estaba.
Me animé. Aprendí lo básico del español neutro, escuché con atención cómo era una grabación, qué se necesitaba, cómo funcionaba la sincronía, el texto, la interpretación, los distintos roles… y me lancé.
En Civisa no buscaban una voz perfecta. Buscaban potencial. Y con eso bastó.

Audicioné con todos los nervios del universo, pero con mi mejor cara de “¡todo bien, todo bajo control!”.
Me hicieron pasar a la cabina: había una silla, un atril con un guion en papel, un monitor, un micrófono y unos auriculares. Escuchaba mi voz como nunca antes.
Del otro lado del vidrio —la famosa “pecera”— me hablaba Sebastián, el primer director que me escuchó (spoiler: también fue quien me dio mi primer trabajo en doblaje).
Tuve que grabar una narración estilo reality. Era un párrafo corto, pero incluía la frase “trastorno de déficit de atención con hiperactividad”. (Y otro spoiler: yo tengo TDAH!).
Imaginen: nervios + palabras difíciles + primera vez frente al micro… dije "hiMperactividad" en TODAS las tomas! No hubo forma de decirlo bien. Pero ahí estaba, dando lo mejor de mí, desde la intuición pura.
Sebastián anotó mis datos, me agradeció, y yo salí pensando: "no hay forma de que me elijan... pero qué bueno que vine."
Y una semana después… me llamaron.
¡Había quedado seleccionada para hacer el workshop!
Saltaba de alegría. Literalmente. El sueño empezaba a volverse realidad. Y con él, nuevas preguntas: ¿Será el doblaje tan mágico como lo imaginé? ¿Podré convertirme en actriz de doblaje?
Último spoiler: sí. Pero esa parte se las cuento en el próximo capítulo 🤪💕
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